viernes, 28 de mayo de 2010

De cómo deshacerse de un stalker

Qué pinche miedo.


Cuando era pequeña tenía ideas de la vida dignas de una visita al loquero, como cualquier niño normal. En una de tantas, yo estaba segura de que cuando la gente se dejaba de ver, aunque fuera por periodos cortos de tiempo, se borraban los unos a los otros por completo de la memoria. Entonces la gente iba por el mundo recordando de golpe que la gente existía cuando se la volvía a topar. Sin embargo, yo sí podía acordarme de todos. Y eso me daba superpoderes.

Por eso, cuando alguien me decía cosas del estilo "estuve pensando en ti" o "me acordé de ti", yo me ponía roja tomate y pensaba que decían mentiras.

La cosa es que, cuando crecí, me costó algo de trabajo alejar esta idea infantil. A veces todavía me doy cuenta de que me olvido de la gente con la que vengo de haber estado. Y me parece que la niña chiquita de repente me dice "Ya viste cómo sí es cierto?".


La cosa es que desde hace unos días sé que alguien anda preguntando insistentemente por mí. No "preguntar" como Cómo está, qué tal le va, o ya de perdida, Quién es; no, esta persona anda preguntando detalles de mi personalidad.

Qué pinche miedo.

No tanto porque lo considere alguna suerte de amenaza real (insértese aquí el contexto político-social de México en estos momentos), sino porque me aterra a la niña interna, y luego me cuesta trabajo andar consolando a chiquillas lloronas.

Esto me ha llevado a largas noches de desvelo, días sin comer y a llevar una vida autoinflingida de Fakir (mi cama de clavos sigue en la aduana, según me informa DownWithFood36, el amable chico al que se la compré por Ebay), todo con tal de llegar a la solución más prudente a este respecto.

La primera noche sin sueño pensé que debía dejarlo todo por la paz, digo, qué tanto puede durar una stalkeada para una persona como yo: aburrida -de la vida-.
A la mañana siguiente, me tomé un café, corrí a la escuela y me olvidé de esto. Momentáneamente.

La tercera noche sin sueño dije: "maldita sea! debo hacer algo para amenazar al stalker!" y se me ocurrió pintar las puertas de mi casa con cruces hechas por la sangre del cordero que acababa de desollar para comerlo con pan sin levadura.
Evidentemente no funcionó, y amanecí con dolor de cabeza.

La quinta noche sin sueño se extinguía cuando yo estaba pidiendo por teléfono información sobre un curso de Programación Neuro-lingüística.

Poco después fui a pedirle consejos al Todopoderoso tío Fidel, que todo lo sabe y todo lo controla... pero nunca lo encontré. Al parecer estaba ocupado con algo sobre unos Procesos, o algo así me dijo cierto achichíncle.

Después de esto, me sentí perdida.

A las cinco semanas sin dormir, y ya más loca que una cabra, pensé en la solución que me ha dado un poco más de tranquilidad: "Me voy a convertir en su stalker! cómo carajos no!!"

Así que, Fulanito de Tal, que seguramente leerás esto: sé quién eres, dónde vives, cómo te gusta el café y que te comes las uñas cuando te pones la camisa morada que te regaló la ex-novia. De igual manera, aprovecho el momento para decirte que la foto que tienes en tu cabecera no es mi mejor ángulo, que digamos. Ah, y me responsabilizo por la pérdida de tu colección de origami.

Por cierto, tomé unos libros prestados. Te los regreso en estos días.

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