martes, 24 de febrero de 2009

Otra vez en lo mío

La noche está como yo: despejada y estrellada. A un lado de mi ventana fría veo un pedazo de nube que se mueve con pesadez, como que se resiste a irse de mi campo visual, pero el viento continúa ganando la batalla.

Pasos oscuros, los veo oscuros por las sombras nocturnas que me rodean; en la boca sabor a café con leche. Frío también. Mis manos tintinean sobre el teclado. Me asomo para ver de quién proviene la caminata y un par de mujeres hacen sonar risas socarronas, no, ellas no entran en esta atmósfera, así que esperaré a que se vayan para que todo vuelva a mí. Curioso, ellas no saben que invadieron el todo de este momento, el todo que es mío nadamás; no tienen idea de que pasaron sobre mí, de que mi Yo estaba extendido también por la calle que pisaron.

Abrí la ventana (¿de qué manera estaría yo en la calle también?), dejé que el viento que empuja a las nubes me empujara el cabello de la misma manera, me puse calcetas para disminuir el frío en el cuerpo y el sabor en la boca me trajo recuerdos que creí perdidos en unas cuantas gotas de agua salada.

Mareas. Agua fría. Calor humano. No sé cómo quitarme este olor del cuerpo.

Y sigo creciendo, me extiendo por todo esta habitación. La iluminación naranja de las lámparas callejeras contiene pedazos de mi propia luz. Puedo verme en todos lados. Puedo ver todo desde aquí.

Me difumino con la frialdad del viento, las piernas, los cabellos y el cuerpo completo se me deshacen en un sinfín de pedazos, recorro mis pulmones, mi cara, los pulmones y las pieles de los demás, juego con las ropas, los árboles, las nubes, con la vida ajena.

Y ahora estoy ahí... en la cortina que nadie mueve, en el cabello que se rebela ante la gravedad, en el impulso que despierta la sonrisa, en la garganta inflamada, en el recorrido entre el tropiezo y el suelo.

Regreso a mi elemento, a mis recorridos nocturnos de 24 horas. A los pleonasmos, a los oxímoron, al carbón sobre el papel, a la vida que juega sobre la tierra.

Regreso, gente, regreso.

domingo, 22 de febrero de 2009

Cuando uno se ausenta, al regreso hay muchas cosas por decir, muchas preguntas que responder, muchas caras a las cuales dejarse acostumbrar... Se deben llenar con creces los espacios en blanco, la personalidad tiende de tanto en tanto a lo barroco, a saturarse a sí misma.

Las recompensas empiezan a sentirse poco a poco. El calor humano es anaranjado brillante en el estómago. 

Qué tendrá la luna que juega tanto conmigo.

Qué les pasa a mis otras Yo, que no dejan de bailar en mis pies.

Qué le hice a mis sueños para que sean tan profundos.

Muchas palabras por nacerme de la garganta, teléfonos por teclear, litros de agua, de sudor frío, incertidumbre por los reencuentros, historias ajenas. 

Regreso después.