martes, 23 de octubre de 2007

Hasta entonces, pues.

...y vas a decir: "en aquel entonces porque no podía, pero de alguna manera ya sabía que esto iba a pasar...".

Y será en domingo.

viernes, 19 de octubre de 2007

Chaquetas mentales I

-A veces uno nomás se queda viendo las cosas. Si no se acerca no es por falta de ganas, no, créame. Se lo digo porque me ha pasado.
-Pues yo creo que no se debe hacer eso. Si algo le gusta, pues tómelo, que para eso está, ¿no le parece?
-No. Uno debe saber cuándo decir 'yo paso'
-Pero aunque se niegue a tomarlo, con el simple hecho de que ese algo le haya gustado ya tiene una cierta impronta suya... digamos que 'gustar' es la forma más humilde de 'apropiación'. Entonces, ¿de qué le sirve su 'yo paso' si ya se adueñó de cierta parte de ese algo?
-No, no, no. Ahí es donde entra la idea de 'límite', uno no puede ir por ahí tomando todas las cosas que le gustan… ¡imagínese qué mundo! El respeto a lo ajeno es el respeto al orden cósmico.

-No me venga con estupideces. El “orden cósmico” qué diantre va a saber de lo que le gusta o no. Deje de esconder su cobardía, deje de querer venderme ideas de lo inmortal, déjese de eufemismos.
-Usted qué va a saber de cosas de inmortalidad… usted qué va a saber de pensar bien antes de actuar… usted nunca va a poder disfrutar el saber que no hizo nada estúpido incluso cuando lo hubiera podido haber hecho
-En eso tiene razón, pero es que a eso me dedico: a vivir. Usted pasa por la vida pensando, que es igual a una existencia de chocolate. Es decir, usted vive para pensar, pero esa absurda idea de raciocinio absoluto le impide salir al mundo real, a la vida… ¿me entiende? Usted es como esos niños a los que no los dejan jugar en la lluvia, o a los que no los dejan llenarse la ropa de lodo.
-Entonces debo deducir de esto que me dice que para poder decir “viví” debo salir y hacer cosas intempestivamente…
-Sí, sí, eso. Dedíquese a vivir, a sentir, a experimentar…
-¿Y eso le ha funcionado alguna vez?
-Todo el tiempo
-Ya veo. De manera que cuando dice “maldita sea, ojala las cosas no estuvieran así” y siente ese vacío terrible en el estómago, ¿está funcionándole toda la perorata de experiencialismo que me acaba de dar?
-Yo nunca he dicho eso, es más…
-… lo hizo el día que besó a…
-… ¡cállese! Estoy tratando de no recordar más ese día.
-…y cuando no llegó a dormir porque…
-¡ya no siga jugando con mis recuerdos! Si quiere ejemplos de malestar, busque en su vida, le aseguro que va a encontrar… En todo caso, le cuento que no me arrepiento de nada, que hay cosas que hubiera preferido no hacer, es otra cosa.
-No me diga ese tipo de estupideces. Si le rasca a ambas sensaciones se va a dar cuenta de que vienen a ser la misma. Usted me condena por no arriesgarme a hacer nada, yo lo señalo por ser tan visceral.
-¿Sabe? Es usted un personaje vacío. Vacío de experiencias, vacío de líneas que escribir, vacío de satisfacciones. Tan vacío que no vale la pena discutir con usted.
-Qué me viene a decir, usted está peor de vacío que yo. Yo todavía tengo ese espacio para rellenar (y téngalo por seguro, va a pasar), pero usted, con toda su experiencia sigue estando vacío
-Claro, pero sigo en la búsqueda de eso que me pueda llenar; al menos tengo más esperanzas que usted, porque yo me he sabido arriesgar cuando la oportunidad ha llegado.
-Mire, bonito su argumento, pero de eso a lo que en la realidad sucede hay mucha distancia. Le explico. Una estupidez siempre trae otra. Así de sencillo. Uno nunca puede aprender de una experiencia pasada porque da la casualidad de que todas las personas son diferentes, aunque tengan mucho en común, siempre hay un vórtice de diferencia, y en las más de las veces, ese pequeño resquicio de diferencia es el más valioso y por el que no le aplica la experiencia anterior.
-Usted habla de personas, habla de más personas, de las personas de allá afuera…
-Sí, ¿usted no habla de eso desde el inicio?
-Sí. Me sorprende que los hayamos obviado hasta ahora. Es decir, cuando empezamos a hablar parecía como si estuviéramos hablando de interioridades… pero todo el tiempo hablamos de los demás, de nosotros ante los demás…
-Desde luego. De eso se trata la vida en sociedad
-¿Y por eso es que usted se niega a vivir, por que sabe que la experiencia no sirve de nada?
-Exacto
-No me lo imaginaba tan idiota. Si no se enferma cómo va a fortalecer su sistema inmunológico. ¿Ve?
-Si se la pasa buscando enfermedades es que algo está mal en usted.
-Yo no las busco, a veces vienen después.
-Es lo mismo. Si se niega a reflexionar en lo que hace (o lo que va a hacer) es porque de antemano sabe que algo no le va a convencer: se llama inconsciente, y le apuesto a que su inconsciente es mucho más inteligente que usted.
-Lo que usted no sabe es que no siempre resultan enfermedades. Uno vive a la otra persona, la disfruta, se da… eso, créame, lo nutre, lo refuerza, lo hace vivir dos veces: una, por su individualidad, y dos, por el otro. Entonces se da cuenta de que su existencia es más que suya, que ha llegado a tocar la de alguien más… no tiene idea de esa sensación, no tiene idea…
-Sí, suena muy bonito bla, bla, bla. Pero cuando todo termina, ese elemento externo a su existencia termina llevándose una parte de todo eso que usted le dio, y a final de cuentas, termina enfermándose, termina con la misma sensación en el estómago de la que ya hablábamos. ¿Ya ve cómo sí todo deviene a enfermarse?
-Es un intercambio. Así como una parte mía se ahuyenta de mí, una parte de la otra persona se me queda. Si lo ve con lógica fría, entonces no se pierde nada.
-¿Y el tiempo?
-Ni el tiempo
-¿Y la individualidad?
-¡La individualidad!
-Eso quiere decir que yo soy más auténtico que usted.
-Eso quiere decir que usted es más idiota que yo.
-Yo no podría decir eso
-Sí, yo tampoco.
-Creo que nadie es tan idiota como nosotros.
-Estoy de acuerdo, pero ¿sabe qué? A final de cuentas ni eso importa. Usted va a seguir con su miedo disfrazado de razonamiento y yo voy a seguir con mi idea de que la vida es mera experiencia; y eso sólo nos concierne a usted y a mí, por ahora. Porque cuando yo decida que ya no voy a decirle “sí” a todo y cuando usted decida que va a decir “sí” alguna vez, entonces habremos perdido parte de nuestro argumento actual.
-¡Cállese! Nosotros ya terminamos de hablar, lo interesante ahora es saber qué va a decidir la persona que nos está escribiendo.
-No me diga que las decisiones de esta mujercita le parecen interesantes
-Señor, no hable así de ella, ¿no se da cuenta de que nos puede borrar en cualquier momento?
-Claro, perdón.

martes, 9 de octubre de 2007

¿?

Y a todo esto... ¿dónde está la Serenidad cuando se le necesita?

¿será que es igual de voluble que yo?

y si no es así, entonces ¿por qué me agobia con su ausencia cuando me es tan necesaria?

domingo, 7 de octubre de 2007

Asu

Qué desagradable sensación ésta de extrañar.

Es que ¿cómo se rellenan esos huecos?
dan ganas de salir corriendo de romper el piso de desgarrarse el cabello

VenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVenVen

Ahorita... en palabras / materia / tacto / voz /

pero ya no me vengas en memorias porque así sólo me haces sentir la distancia...