sábado, 7 de mayo de 2011

He visto mejores actores de reparto

Se tiene la creencia, entre el sector artístico con aspiraciones de alguna cierta pretensión (si es que esto no es redundante), de que cuando un autor muere su obra se ve ascendida a un escalón más cercano de eso que podríamos llamar el Olimpo del Canon.

Mucha gente actúa de acuerdo a este principio. Quieren ser de esos entrevistados que dicen “Yo lo ayudé a llegar a donde está, sin mis recomendaciones cuando apenas tenía 7 años no hubiera desarrollado ningún hábito de lectura, y por tanto, tampoco hubiera ganado el Nobel”; o de esos personajes que se deleitan con el simple hecho de decir “Fulanito de Tal es mi amigo”, sentencia seguida por una mueca de satisfacción mal disfrazada de indiferencia. Algunos de estos seres ven culminado el fruto de los esfuerzos de años –en ocasiones más afortunadas, menos tiempo- de lisonjas y sonrisas de calidad etílica por la mención directa de sus estériles nombres de la boca del premiado/reconocido; y ni qué decir de aquellos que se contentan con sólo compartir un espacio, digamos una habitación, digamos un taxi, digamos una muestra pictórica, ésos que radiantes van como parte de un séquito

In-terminable

In-sufrible

In-sidioso

In-útil, a fin de cuentas.

A mí me gustaría decir “Yo lo ayudé a alcanzar la cima de su fama. Literalmente, le puse el pie cuando bajaba las escaleras; que no digan que no lo ayudé a alcanzar su tan anhelada consagración”.