jueves, 26 de marzo de 2009

Chaquetas mentales *

Seguí caminando, esta vez con más prisa. El sonido de la música proveniente de la boca entreabierta de la catedral hizo que me doliera la cabeza. Suficiente tenía ya con la propia, con la música que exhalaba mi torrente sanguíneo la que jugaba con mis jugos gástricos y que con cualquier sobresalto peleaba por salirse del refugio de mi cuerpo. No, era muy vergonzozo para dejar que sucediera otra vez.
La cabeza: con contracciones más fuertes de acuerdo a la cercanía del edificio.
Y entonces mis piernas se doblegaron a la voluntad que ya no era mía; luego mis brazos, mi gesto... caminamos hacia la fuente del sonido ajeno. Eso fue lo último que recuerdo.
Cuando desperté, la puerta de madera (qué diferente se veía desde adentro) vomitaba más personas de las que parecían estar adentro.

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