lunes, 28 de julio de 2008

Tardes ligeras, de esas que se cuelgan de los párpados de los distantes, como tú, como yo, como todo este ejército de hormigas obreras que no paran de lacerar hojas... Úlceras, llagas, escozor de miradas que indiscretas viajan por las costuras de la ropa, que siguen líneas imaginarias a donde saben que alguna vez los escozores ajenos se posaron alguna vez.

23 minutos sin respirar, 23 años sin vivir.

Un minuto más para alcanzarte a la distancia. La ligereza radica en la distancia. La palabra se vuelve roca, se vuelve roca lejana, avanza por el cielo, se come el anaranjado del sol, lo vomita, lo regresa a sus adentros.

La palabra regresa a mis oídos, vuelve en forma de eco.

El sol regresa a mi piel. Envuelve mis propias palabras. Me convierte en roca y me devuelve el naranja que alguna vez tomó prestado de mí. La ligereza... la liviandad... las palabras se me desordenan en este caminar de verdores carcomidos.

las palabras se me desenredan en este caminar de verdes carcomidos.

1 comentario:

José Pulido dijo...

No sólo a ti, también las palabras se me enrredan, y los verdes carcomidos, y también soy una roca.

No que lo tuyo no es la poesía?