lunes, 7 de julio de 2008

De café, colores e inflexiones matinales.

Desde siempre he ligado la infancia con la pureza, la belleza, no sé, tal vez sea una cuestión de experiencia personal, sentir que esa etapa de la vida trae consigo los momentos más inocentes, de más certeza y esperanza.

Siempre ha sido así, el olor de café matinal, el sonido del trabajo en la cocina, los noticieros que nunca terminaba de ver porque se me hacía tarde para llegar a la escuela…sí, desde entonces llegaba tarde…las charlas en el comedor con mi abuela, los cariños de mis tías…

A veces, cuando me tomo una taza de café, por un instante, puedo sentir el calor en el cuerpo, ese calor que sólo se puede sentir por dentro, el calor del café que baja por mi garganta hacia el estómago, el calor de sentir que los recuerdos me cobijan en cada sorbo.

Ahora también tú estás ligado al café, formas parte del sabor que me queda en la boca; a la masa de recuerdos que conlleva (y que se contrae y se expande con el menor estímulo) ese brebaje en mi imaginario colectivo, se ha sumado toda una nueva cromación de imágenes en colores cálidos: entre el amarillo y el rojo estás tú, con una taza de café en la mano y un cigarro a medio terminar en la otra.

=)

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