lunes, 27 de agosto de 2007

Hablar con el pasado

Hace unas noches estuve revisando textos hechos hace mucho tiempo, y no sé si para gracia o desgracia me encontré con éste:

Una mirada... No cualquiera, claro está, una que me saltó de pronto a la vista, una que de la nada nació intempestivamente y comenzó a crecer hasta alcanzar la profundidad y longitud de la noche...
Y ahí bajo esa noche estaba yo, trémula, con los cabellos despeinados, con dos noches de ausencia de sueño y sin saber qué hacer ni qué pensar, invadida por la pesadumbre de tener que cargar con esos ojos, pero al mismo tiempo extasiada con la suavidad de su penumbra, con la caricia que me brindó esa momentánea oscuridad, plena de caer en los ojos negros, esos que insistentemente buscaban los míos, que no me dejaron salir de su alcance y a los que no tuve más remedio que rendirme...


Y con este texto marcaba el inicio de una historia increíble. Aún no sé si ha terminado, o si algún día terminará; pero recuerdo que en un momento de mi vida escribí esto para finiquitarlo...

Sentí tanta presión en mi mano que no tuve más remedio que dejarlo estallar, mientras tanto, la fuerza de su brusca salida por la pequeña hendidura que hay entre la uña y la carne me llenó de un extraño escalofrío, y comprendí como nunca antes que su huida le daría a mis venas el espacio para la sangre fresca que no podía circular por mi cuerpo gracias al lugar que en mí ocupaba... A veces me preguntó el por qué de tan tardada decisión, tal vez debí sacar eso de mi vida desde el primer momento en que intentó apoderarse de ella...

Luego pensé "no manches, loca. Andabas fumada o qué?"

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